La luz de la filosofía en la ayuda a morir. 2 viñetas clínicas
Chul Han inicia “Muerte y alteridad”, citando el drama de Ionesco “El rey se muere” (1963). Trata de un rey que, habiendo llegado la hora de su muerte, se resiste a morir. En lugar de ceder, de desistir, el rey moribundo se aferra a todo compulsivamente. Trata de retener el mundo entero en sus manos. Mientras, su mujer le ruega que suelte:
-¡La mano!… –
El rey está indeciso. Simplemente no oye.
-No cierres la mano en un puño, estira los dedos. ¿Qué tienes en la mano?- 
Ella abre su puño. Él tiene su reino entero en la mano.
-Te ordeno, abre la mano, suelta las llanuras, suelta las montañas. Como si todo fuera polvo.
Viñeta 1
Hace tiempo traté a un hombre que había recibido un diagnóstico de enfermedad avanzada y terminal. Ofrecía una poderosa resistencia a la muerte que crecía proporcional a su miedo a no ser visto nunca más, a no ser reconocido. Se aferraba con fuerza a seres y cosas. También a la silla de la consulta. Cerraba sus puños en los apoyabrazos, más sosteniéndola que dejándose caer. Recuerdo su orfandad de madre.
Interrumpió el tratamiento cuando se dio cuenta de que no podía ayudarlo a matar la muerte. Murió 3 meses más tarde. Lo sentí mucho.
Viñeta 2
En otra oportunidad, acompañé a una persona, médico oncólogo. Sabia que le quedaba poco tiempo de vida. Recuerdo su capacidad para morir, de desistir de sí misma soltando -no sin angustia- su enfático “yo soy”. Una indescriptible luminiscencia iba haciéndose lugar en ella mientras su cuerpo se apagaba. Más se acercaba su muerte, y mayor era el grado de intimidad en nuestra relación.
Murió en su cama, 15 minutos antes de la hora de nuestro encuentro terapéutico en su domicilio. Llegué a su casa, entré a su cuarto, cogí su mano aún tibia y, a pesar del impacto, me reí con ella de su ocurrencia.
El recuerdo de estos pacientes, me llevó al libro filosófico de Han. Un texto, estrictamente filosófico, que reflexiona sobre la re-acción a la muerte y muestra otro modo de “ser para la muerte”, el de una toma de conciencia de la muerte que conduce a la serenidad y la afabilidad.
Cobran sentido, al hilo de lo dicho hasta aquí, las citas de Hegel: el hombre tiene que ser “capaz de la muerte, es decir, tiene que poder morir”. Así como las palabras de Heidegger: “La heroica libertad para morir del que se sabe capaz de soportar la angustia”.