Termina un proceso terapéutico floral integrativo

   Preguntas y respuestas tomadas de un fragmento del seminario “La finalización del proceso TFI” de la formación en Terapia Floral Integrativa. Hablamos de un escenario terapéutico floral constituído por un terapeuta terapizado y que supervisa su labor.

Pregunta: ¿Es correcto hablar de terminación?

Prefiero hablar de “interrupción”, así ofrecemos al consultante (paciente, cliente) una idea de continuidad del proceso terapéutico en su vida, independientemente de si retoma con el mismo u otro profesional más tarde o más temprano.

Pregunta: Sin embargo, postulas en tu libro “Terapia Floral Integrativa” la desaparición del terapeuta como ideal de la TFI.

Sí, que la persona derive hacia la propia auto-curación con esencias florales lo entiendo como objetivo terapéutico (aunque quizá sea ese mi objetivo y no el de los pacientes). En este punto se bifurca el camino: creo deseable que uno acabe encontrando las esencias florales para sí mismo.  Pero no veo sencillo ni fácil -y ni siquiera sé si posible- que uno pueda verse mejor sin ayuda de otra mirada. La presencia de un terapeuta en la propia vida la considero señal de inteligencia despierta y curiosidad, y de ejercicio de la responsabilidad de conocerse a uno mismo para tener algún grado de libertad dentro del condicionamiento y determinismo en los que vivimos.

Pregunta: ¿Quién determina el final del proceso?

El consultante normalmente. El TFI sabe, por su propio proceso terapéutico, que la conversación terapéutica es interminable. ¿Tiene fin el conocimiento de uno mismo? Difícilmente, y menos en compañía de un buen terapeuta. La metáfora del ser como un universo dentro de otro universo, y de otro y otro…es cierta. Así es que expresiones como “Ya no tengo nada que tratar” “Prefiero continuar sola y probar estas nuevas herramientas” son finales provisionales motivados por defensas del paciente y del terapeuta, o heridas no tratadas en la relación terapéutica. Propongo también que pensemos esta retirada como un movimiento de cuidado de sí mismo del paciente, no sólo como una defensa o evitación.

Entiendo que esto es algo que sucede cada tanto por más experiencia que se tenga, y tiene que ver con lo soportable y lo insoportable.

Pregunta: ¿Lo insoportable?

 A veces hay zonas que es mejor no tocar porque sostienen a la persona en la existencia que es bien, bien compleja. Defensas que ayudan a vivir, porque si no existieran la fragilidad sería inasimilable. No siempre es posible estar en contacto con el propio vacío, lo tierno y vulnerable, el misterio, la frustración, la finitud. Por eso es importante preguntarnos: ¿Cuándo el paciente se va, de qué se retira? ¿Hacia dónde? ¿Cómo se ha puesto en juego esta necesidad de refugiarse? ¿Cuándo surgió esta necesidad de seguridad? ¿Cómo se relaciona con lo que está sucediendo en la relación y a dónde lo lleva? Lo que allí debemos trabajar es ¿qué necesita encontrar en otro sitio?.  Aprender a dar espacio a todo lo que allí hay es crucial en la clínica y en la interrupción del proceso terapéutico.

Pregunta: ¿Qué finales se observan?

Para responder a esto cito a Carl G. Jung, en “Psicología y Alquimia”: los procesos terapéuticos

“…alcanzan un fin en todas las fases posibles de su desarrollo, sin que tenga uno la sensación de que se haya alcanzado también una finalidad”.

Es fácil advertir el dejo de resignación con el q Jung acaba esta frase. De vez en cuando siento esa misma pena.

Mencionaré, siguiendo a Jung, algunas fases en las que se deja el tratamiento, momentos en los que se produce algún cambio (que no es transformación):

  • se ha recibido un buen consejo q facilita la tranquilización o sucedió un desahogo. Esta interrupción suele suceder alrededor de las primeras citas. Incluso en la primera llamada telefónica, lo que explica parcialmente algunas cancelaciones de la primera consulta.
  • la angustia ha disminuido y ya puede dormir, relacionarse de un modo más relajado, retomar sus asuntos cotidianos.
  • ha tenido lugar un “cambio largamente esperado”, un noviazgo, un casamiento, un divorcio, un cambio de profesión, y se siente a gusto.
  • Y por último, y es lo deseable, si ha habido “transformación”.

Pregunta: El cambio es motivo de interrupción, pero después de todo es un gran paso ¿no?

Sí, es un gran avance y se recupera autoestima, sentimientos positivos de autosuficiencia y alegría por ello. Sin embargo, cambio no es transformación. Interrumpimos la repetición de similares errores sólo si se produce una transformación. Explico esta afirmación.

Los cambios vienen acompañados de una presión que no cesa de insistir en hacernos volver a donde estábamos antes del cambio. Pienso en los valientes Alcohólicos Anónimos que recuerdan que lo son aunque hayan dejado de beber hace años, el retorno acecha, conviene la memoria. Conocen la tensión e inestabilidad del cambio que nos pide, para sostenerse, una continua resistencia a la repetición, una suerte de constante patrullaje de la frontera.

Pregunta: Es posible la transformación?

Si planteo la transformación como devenir en el ideal de lo que a mí me gustaría ser… es poco o nada probable. La única transformación posible es la de ser al fin yo misma. Valorar qué se ha logrado en relación a ello es de lo que trata el cierre de un proceso en consulta.

Susana Veilati

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