Bach y la partitura del alma. Conferencia masónica (1936).
TEXTO DE LA CONFERENCIA MASÓNICA SOBRE LOS PRINCIPIOS CURATIVOS. Por Edward Bach
(Conferencia ante una asamblea de masones, Octubre 1936).
«Esta tarde os comunico una noticia maravillosa que, quizás, parezca casi increíble, pero que, sin embargo, es la verdad y que debe proporcionar muchísima esperanza y consuelo.
La noticia es la siguiente: La enfermedad es curable.
Con la ayuda de las plantas medicinales de las que hoy quiero hablar, no hay ya lugar para esas enfermedades normales que se conocen en este país y que, hasta ahora, no han podido ser curadas.
Cientos y miles de personas que padecen enfermedades, que tienen molestias, y que creen que tendrán que vivir con ellas el resto de sus días, pueden sanarse.
Introducción
Esta tarde no quiero intentar comunicarles detalles sobre las maravillosas plantas medicinales, que son el tema de esta conferencia. Toda esa información la pueden extraer del libro.
Los principios básicos son los siguientes:
- No es imprescindible en absoluto el poseer conocimientos médicos.
- La enfermedad en sí no tiene ningún significado.
- El espíritu es la parte más sensible de nuestro cuerpo y, por eso, el mejor indicador para averiguar cuál es el remedio que se precisa.
- Por eso, sólo se tiene en cuenta la manera de reaccionar ante la enfermedad por parte del paciente, y no la enfermedad misma.
- Por este motivo, el miedo, la depresión, la duda, la desesperación, la excitación, el deseo de estar en compañía o de estar solo, así como la imposibilidad de tomar una decisión, constituyen el verdadero guía que nos aporta la información sobre la manera en que el enfermo está influenciado por su enfermedad, así como sobre el remedio a emplear.
No hay necesidad de informarles más acerca de las maravillosas propiedades curativas de estos remedios; basta con decirles que miles de personas han sanado cuando ya no esperaban nada más que una enfermedad que duraría toda su vida. Interminables casos han sanado rápidamente de una enfermedad normal, y otros tanto han evitado una enfermedad ya en sus primeros estadios.
Además, estas plantas medicinales son tan famosas que no solamente se emplean en Gran Bretaña, sino también en la mayoría de los países del mundo.
El principio de la curación empleando este método es tan sencillo que casi todo el mundo puede comprenderlo, e incluso las plantas pueden ser recolectadas y preparadas por uno mismo.
Segunda parte
Hermanos, nos han enseñado que en nosotros vive un principio vivo e inmortal.
Durante todos los siglos de la historia de la humanidad, el hombre ha creído que en él mismo existe algo más grande y más maravilloso que el propio cuerpo, que va más allá de la muerte. Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha tenido eso en su mente.
Todos nosotros somos conscientes de que no solamente nuestro cuerpo es el causante de nuestras dificultades. Nosotros no decimos: “Mi cuerpo está preocupado, o tiene miedo o está deprimido” sino más bien: “Estoy preocupado, o tengo miedo, o estoy deprimido” Igualmente, no decimos: “Mi mano tiene dolor”, sino más bien: “Mi mano me duele.”
Si únicamente fuésemos nuestro cuerpo, nuestra vida no consistiría en otra cosa más que en satisfacer nuestros propios intereses y en aspirar a nuestro propio beneficio. Únicamente estaríamos preocupados por nuestro propio bienestar y por la satisfacción de nuestras necesidades.
Todo esto no es el caso. Cada sonrisa amistosa, cada pensamiento bien intencionado y cada actitud positiva, cada hecho que se deriva del amor o compasión con los otros, demuestra que en nosotros existe algo más grande que no podemos captar con la vista. Llevamos dentro una llama de divinidad, y en nosotros vive un principio vivo e inmortal.
Y cuanto más brille esa llama divina dentro de nosotros, tanto más irradia nuestra vida su compasión y su amor, tanto más seremos amados por nuestros semejantes que extenderán su dedo hacia nosotros diciendo: “Por ahí va un hombre casi divino.”
Además, la cantidad de paz, de fortuna, de alegría, de salud y de bienestar que experimentamos en nuestra vida depende de la medida en la que la llama divina pueda entrar y brillar en nuestra existencia.
Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha dedicado especial atención a dos grandes fuentes de la sanación: su Creador y las plantas medicinales de la naturaleza que su Creador ha puesto ahí para proporcionar alivio al que padece.
Sin embargo, por lo menos una verdad fue olvidada, la verdad de que las plantas medicinales de la naturaleza que han sido creadas para sanar trayéndonos el consuelo, calmándonos, llevándose nuestras preocupaciones y nuestros miedos, nos acercan la divinidad a nuestro interior y, al residir ese aumento de la divinidad en nosotros nos sana.
Es un pensamiento maravilloso, pero es la absoluta realidad el que determinadas plantas medicinales, al expandir el consuelo en nosotros, nos acercan a la divinidad. Eso se manifiesta siempre de nuevo al comprobar que los enfermos no sólo son sanados de su enfermedad, sino que con esta recuperación también recobran paz, esperanza, alegría y compasión en su vida. O, si esas cualidades ya estaban presentes, se fortalecen muchísimo más.
Por eso, durante la curación con estas plantas medicinales, en el cuerpo se observa, en pequeños pasos, que la ayuda que ellas nos proporcionan no sólo logran curar el cuerpo, sino que también aportan las características de la divinidad a nuestra vida y a nuestro carácter.
De aquí que durante este tratamiento con las plantas medicinales se puede observar lo que en nuestro cuerpo nunca ha estado en orden, ya que todo lo que buscamos son aquellas características del que padece, que se encuentran en desarmonía con la fuente de la paz en su alma.
Es por este motivo por lo que se ignoran los síntomas habituales del padecimiento, concentrándonos, exclusivamente, en otros aspectos, tales como depresión, impaciencia, preocupación, temor, incapacidad de tomar una decisión, miedo, duda, intolerancia, desprecio, etcétera. Todas estas características que no se encuentran en la calma, la seguridad y la compasión de nuestro yo interno.
Y así como todas esas características negativas desaparecen a través del tratamiento con estas plantas medicinales divinas, el cuerpo se recupera de nuevo con su desaparición, independientemente de la enfermedad de que se trate.
Parece ser así, como si en esta gigantesca civilización de hoy en día, una civilización con grandes dosis de estrés y de tensión, la perturbación interna se hubiera hecho tan fuerte que nos encontramos muy alejados de la verdadera fuente de la sanación , de nuestra divinidad. Sin embargo, nuestro Creador, que conoce todas estas cosas, tuvo compasión de nosotros y, en su eterna bondad, nos proporcionó un medio para sanar nuestras enfermedades hasta que vuelva el tiempo o sean restablecidas las circunstancias que hagan posible la restauración de los verdaderos y directos remedios curativos.
Sin embargo, estos remedios de sustitución representan una ayuda maravillosa, ya que cuando se observa la alegría, la fortuna y la bondad que se incorporan de nuevo a una vida tras otra cuando éstas han sido sanadas con plantas medicinales, se demuestra, sin lugar a dudas que no sólo al cuerpo le fue otorgada la bendición.
Además, está demostrado que la armonía fortalecida entre el yo más elevado en nuestro interior y nuestro cuerpo exterior ha proporcionado la curación.
No se hace necesario volver a repasar más detalladamente los 38 remedios curativos. Los detalles sobre estas plantas medicinales pueden extraerse del libro. Basta con decir que existe una planta medicinal para cada estado de ánimo que se encuentre en oposición con nuestro yo afortunado y alegre. Pero sí que es necesario conocer el estado anímico en el que se encuentra el paciente para poder proporcionarle el remedio o los remedios que lo ayudarán a apartarlo de sí.
No juega ningún papel relevante el hecho de que la enfermedad se mantenga durante unos minutos o muchos años, el principio es el mismo para ambos casos.
Además, deberían reflexionar una vez más acerca de lo que eso representa para nuestra vida cotidiana. Casi cada uno de nosotros posee algún rasgo del carácter que se desvía de la armonía, como, por ejemplo, la depresión, la preocupación, el temor, etc. Estas plantas medicinales apartan estos estados e impiden el desarrollo de la enfermedad no sólo prohibiéndole el acceso, sino que convierten nuestra vida en una existencia más afortunada, alegre y llena de sentido.
¿Y qué arte, dentro de todas las artes nobles, es más grandiosa que la de sanar? ¿Y qué es más conveniente para la Humanidad que proporcionar alivio al que sufre y consuelo y esperanza a todos aquellos que se encuentran frente a una difícil prueba que son víctimas de la preocupación o que sufren?
Estos remedios nos otorgan a cada uno de nosotros el poder de realizar estos actos maravillosos, no a través de su propia fuerza, sino con la ayuda de la fuerza que el gran Creador ha puesto en cada una de esas plantas medicinales.»
Comentarios a la CONFERENCIA MASÓNICA
Asamblea masónica, mes de octubre de 1936. Casi puedo imaginar a un Edward Bach sereno pero entusiasmado, compartiendo un humilde mas no por ello menos contundente mensaje: LA ENFERMEDAD ES CURABLE, y pasa a exponer los principios que sustentan tal aseveración:
- No se requieren conocimientos científicos
- La enfermedad en si no es importante.
- La mente es la que debe guiar nuestro instinto hacia la fórmula adecuada.
- La actitud del paciente frente a la enfermedad es el eje de su curación.
- El escenario psicológico del paciente es fuente de información vital para su tratamiento.
Ahora puedo imaginar a la Corte de Sabios. Algunos, incómodos, carraspean y murmuran; otros se mantienen expectantes al curso de la conferencia que Edward Bach ha iniciado de forma categórica y sin prolegómenos.
Asegura que miles de personas han sanado sus enfermedades crónicas, o las han evitado con la intervención de sus esencias en las primeras fases. No debe sorprendernos su entusiasmo: él mismo es la prueba de que su método funciona. En 1917 fue diagnosticado de un tumor en el bazo y su expectativa de vida era de tan solo de tres meses. Diecinueve años más tarde, con sus días y sus noches de incansable investigación, estaba en condiciones de afirmar que la enfermedad es curable, y no solo eso, sino que además este Poder está al alcance de todos.
No somos un cuerpo solamente; hay Alma, hay Mente, hay algo invisible que trasciende, una “chispa” que cuanto más brilla en nosotros, más colabora con nuestra salud.
Reconoce en las Hierbas un acto divino; el Creador las ha puesto en este mundo para aliviar nuestro sufrimiento. Lo perdido es recobrado, los anhelos se vuelven certezas, y las cualidades presentes se refuerzan. Al contrario de la medicina tradicional, su investigación respeta, integra y rescata la emoción como factor clave de la cura. Se podría decir que dota a la medicina de humanidad, esa que hoy se vuelve perentoria (y escasa en ocasiones). Ya abordó el tema del ideal de la Medicina y el ideal del hospital del futuro en su conferencia en Southport (Sois víctimas de vosotros mismos, febrero de 1931). Tan adelantado estaba el doctor Bach en su Visión que, a ese simple y humanitario concepto, hoy lo podríamos percibir como Ciencia Ficción. Seguimos aguardando ese momento, y nunca antes lo hemos necesitado tanto. A día de hoy no hemos revolucionado el sistema sanitario, pero no cabe duda de que la “revolución” iniciada por este noble visionario continúa creciendo silenciosa e inexorable como la propia Naturaleza.
Pero hay más en la visión de Edward Bach. Pareciera decir que la enfermedad en el paciente es una partitura que este ejecuta, y a través de una escucha plena y atenta podemos distinguir cada uno de los instrumentos, algunos a destiempo, otros mal afinados, otros pidiendo a gritos una restauración. Bach tuvo una visión creativa e integradora: que el ser humano suene en perfecta armonía. Interpretando instrumentos y acordes, reescribió las partituras de múltiples vidas.
La enfermedad es un paciente dentro del paciente; es a ése a quien observa y escucha, y le encuentra una interpretación en esa suerte de escala tonal que son las esencias. En ocasiones, una sola nota corregida basta para revertir cuadros largamente cronificados. Otras veces hay instrumentos que reparar y tonos que modificar. En todos los casos, su interpretación de esas partituras es sensible e impecable.
Pero volvamos a Octubre de 1936. El Dr.Bach podría haber hecho un repaso grandilocuente de cada uno de sus descubrimientos, aunque tal información ya la ha reunido en su libro Los Doce Curadores y otros remedios. Dicho esto, asegura que aquel que busque, encontrará en sus textos la respuesta.
La conferencia ha terminado. Veo al Dr.Bach reuniendo sus notas. Camisa blanca y traje beige oscuro, la mirada limpia, el rostro sereno, la dulce sensación de haber dado otro paso que acorte las distancias entre la fraternidad humana, por la que brindará luego en algún pub, celebrando la vida, la ciencia, el fin del dolor. Bienvenida la música del Alma. Bienvenida, felicidad.
Mónica Prom es artesana y fotógrafa. Cursa estudios florales (Práctico en Flores de Bach) en la escuela, en Madrid.
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