LA INDECISIÓN. SCLERANTHUS.
«Quiero tomar una decisión» ¿Es esta una demanda viable para tratar? Desde ya adelanto que no. Mucho hay por debajo de «algo tan sencillo» como decidirse. Veamos qué pensar alrededor de ello y qué hacer después.
La indecisión como evitación de la carencia
La indecisión es una detención, demasiada deliberación entre la motivación y la acción. Hay miedo allí, un aplazamiento temeroso de la ejecución.
¿Y si me equivoco?
Es posible.
¿Y si no resulta?
También es probable.
El dubitativo teme la frustración, no está preparado para la pérdida, la falta, la incompletud, la carencia. Con la indecisión escapa así de una posible rotura, de la fragilidad de su propia criatura. No fracasa pero tampoco acierta. No se pone en esto de cumplir un deseo porque ponte a ello y chocarás con lo que no hay. Así es.
¿Y si fracaso? El indeciso no hace fracaso se previene de él. Y no diré que el fracaso es una oportunidad. Es una pérdida, duele y es triste. Uno tarda en reponerse de una elección incorrecta. Pero allí estás tu para recogerte y estar contigo misma. Tal es la oportunidad del fracaso, la de acompañarte en el dolor.
La construcción de un fondo sostenedor
Pero el dudoso no se tiene a sí mismo como para recogerse más adelante si yerra en el acierto. No hay unas buenas y acogedoras manos propias que lo inviten al salto diciéndole: “Venga, arranca, que del otro lado estoy yo por si no te salen bien las cosas”. Al dubitativo, un miedoso, le faltaron unos buenos abrazos y el consuelo a tiempo, tal que hoy pueda ofrecérselos a sí mismo. Habremos de construir un buen soporte interior antes de que surja la decisión. No hay decisión posible sin un fondo capaz de sostenerse. Si no toma la decisión es porque necesita una seguridad que no puede darse a sí mismo. Cualquier intento de apremiar a una decisión está condenado a la esterilidad y a la disminución (más aun) de la autoestima del paciente que sentirá que es un inútil hasta para decidirse.
La indecisión como dificultad para gratificarse
Quiero A y B, esto y lo otro, la indecisión es una experiencia prolongada de avidez no saciada. Es ansia, anhelo, voracidad nunca satisfecha. Y pegada al hambre, claro, aparece la muerte. Prefiero morir de duda a perderme una opción, como el asno de Buridan que, indeciso de si comer uno u otro haz de heno, muere de hambre y a dos pasos de la feliz ingesta.
Decidir es optar y elegir es perder algo… la codicia quiere todo para sí. Lo quiero todo o nada, dice el asno. La duda es una seria dificultad para preferir, decidir y así gratificarse. Es un tipo de tortura auto infringida para impedir la posible experiencia de pérdida, pero también los sentimientos de aceptación, de satisfacción y gratitud. Tanto es el miedo.
La salida de la duda
La duda postula dos objetivos que se excluyen el uno al otro y eso crea dos disposiciones emocionales simultáneas y opuestas. Rara vez se resuelve por la vía de la decisión “Me quedo con esto”; sino mas bien con un salto de la mente hacia lo que no se había considerado. Algo se abre cuando se deja de estar atrapado en el breve espacio que va de A a B. Esto se debe a la tranquilización del ansia -que es deseo- de la duda que facilita Scleranthus. Siempre he visto a esta esencia como pacificadora.
Un interesante ejemplo de esto es el divorcio.
Una mujer dice “Quiero divorciarme, pero si me divorcio destrozo mi familia”, he aquí un conflicto Scleranthus. La persona se siente atrapada: no resiste más en esa relación y quiere salvar a su familia, dos disposiciones emocionales opuestas. Imposible decidir… pero posible de resignificar. Familia no es pareja; la pareja es la que se divorcia, la familia continúa. Se trata de salvar las funciones: padre, madre e hijos; no la relación entre esta mujer y ese hombre que ha perdido sentido para ambos. Esto es una resignificación, la reorientación de un conflicto por la vía de un cambio de significado.
Otra idea que os ofrezco es la del oxímoron, término que denota una curiosa salida de la polaridad; es una «combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido, como en un silencio atronador, nos dice la Real Academia. El oxímoron no obliga a decidir como la ambivalencia, sino que vincula dos conceptos opuestos «en una sola expresión, que genera un tercer concepto (…) como la experiencia de Dios y del amor trasciende todas las antinomias mundanas».
Scleranthus desarrolla la firmeza
Decir que Scleranthus ayuda a decidir no es del todo exacto, más bien disminuye la presión de la tortura de la duda que es un movimiento de vaivén, una inestabilidad que siempre apremia diciéndonos “decídete ya: o blanco o negro”. Aporta firmeza. Nos permite pensar en un marco de estabilidad que es donde mejor se piensa. Donde hay inquietud, vaivén, inestabilidad, no hay conciencia.
Acepto tratar tu indecisión con unas condiciones
Es por lo dicho hasta aquí que «Tomar una decisión» no puede ser una demanda que aceptemos tratar sin más. «Toma Scleranthus y te decidirás». Yo no me creo capaz de afirmar esto. Hay condiciones. Una es no apremiarte ni apremiarme con una urgencia. Tomémonos un tiempo. Si no puedes decidirte es porque hay que revisar el miedo, la carencia, la codicia, el para qué de torturarte.
Y si estás de acuerdo, entonces, podemos comenzar con lo que tú llamas indecisión.
Gracias por tu atenta lectura. Susana Veilati. Terapeuta Floral Integrativa
Nota:
En 1932 Bach asigna dos palabras a Scleranthus:
- “Indecisión”, como defecto.
- “Estabilidad” (Steadfastness=Firmeza/Mantenerse en un lugar) como virtud que desarrolla la esencia. (Bach, 1932).
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