La pregunta (1877). Lawrence Alma-Tadema

EL ARTE DE PREGUNTAR

Las preguntas son vehículos del proceso de cambio

Las preguntas tienen poderosas implicaciones. Se formulan para saber sobre la vida del que consulta, pero también para perturbar o estimular el modo en que la persona construye su realidad. Son una invitación a reflexionar sobre sentimientos, pensamientos, acciones y creencias. Las preguntas facilitan la resolución de un problema o la creación de una nueva realidad.

Las preguntas del TFI al consultante lo animan a profundizar en sí mismo y a pensar de forma más crítica.
Hacer preguntas conlleva un riesgo: quien pregunta está especificando un dominio sobre el que se ha de preguntar y responder. Así es que nos interesará preguntar sin despegarnos de lo que la persona va diciendo y con la intención de abrir nuevos espacios en eso que está teniendo lugar.

La buena pregunta abre la conversación

Así creamos un espacio donde la persona piensa en lo que ha pensado y en lo que nunca pensó, mientras se atreve a sentir porque está acompañado por su terapeuta. A esta actividad de la mente se le llama ampliación de la conciencia. Algo se ensancha gracias a la pregunta.

Preguntando planteamos contradicciones, descubrimos conflictos y talentos, recuerdos insignificantes que devienen significativos gracias a la pregunta. Es con la interrogación de las cosas mínimas, de aquello que parece elemental o indiscutible, que llegamos a las prácticas de vida que lo perturban.

Preguntamos porque no sabemos

Cuando preguntamos no esperamos que nos responda aquello que queremos o pensamos es la verdad. Eso no es preguntar, es querer ser revalidados. Preguntar no es interrogar ni examinar.

Preguntamos y provocamos para que se relate y de paso diga, sin saberlo, las esencias florales que encontramos.

Cuando no sepas qué preguntar quizá sea interesante que no preguntes nada, que más bien te detengas a acompañar a esta persona en su intento de encontrar palabras. Cuando digo que te detengas estoy diciendo que hagas silencio, un silencio que no es distancia ni ausencia del contacto sino la actitud terapéutica floral del que confía en que al fin el consultante encontrará alguna palabra. Es cuestión de esperar, de saber estar en un silencio siempre atento.

🔅Extracto reescrito del libro “Terapia Floral Integrativa. Recursos, actitud y valores en la consulta y la enseñanza de la terapia floral”(2013) Edaf

Ilustración: La pregunta (1877). Lawrence Alma-Tadema

Susana Veilati. Terapeuta Floral Integrativa

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