El duelo y lo sublime

Este año tuve dos encuentros significativos, con el duelo y lo sublime; uno en un tren, el otro en el Metro.

El duelo. Para los que sufren. 

Hace unas horas, en un tren, entablé conversación con una joven de 24 años. Desde el trenHoy se cumplía un año de la muerte de sus padres en un accidente. Le pregunté cómo lo llevaba, y dijo sin una pizca de lamentación: “Es un trauma que no se curará nunca”. Me impresionó su certeza; no respondí, sólo incrementé mi presencia junto a ella.
Tiene razón. El trauma no se cura, se atiende. Se lo enfoca para hacerle dentro el gran espacio que necesita. Se lo acoge con misericordia, es un dolor grande, con una temperatura muy fría o muy caliente que cuando se lo atiende se vuelve cálida.
No, no se cura; cada vez que retorna se lo recoge con delicadeza -como a un cuerpo herido-, con agradecimiento hacia una misma por estar allí a su lado como una buena madre,
entera,
lúcida,
conteniéndolo en amor,
resucitada,
…en presencia.

Lo sublime

Hoy, al fin, he perdido una pizca de miedo a la muerte.
Viajaba en el Metro hacia mi consulta y se sienta junto a mí una jovencita de 14 ó 15 años. Tenía la cabeza cubierta con un pañuelo como las personas que luchan contra el cancer. Sentí una infinita compasión.

Llevaba sobre su falda “Cartas a Lucilio”, de Séneca. Lo abre, busca una página, y subraya muy lentamente: “No hemos de preocuparnos de vivir largos años, sino de vivirlos satisfactoriamente; porque vivir largo tiempo depende del destino, vivir satisfactoriamente de tu alma”.
Así estoy, aún bajo el efecto del encuentro con lo Sublime en esa niña.

 Susana Veilati, Terapeuta Floral Integrativa